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sábado, agosto 20

Un día de Playa


 
Un día de playa.


Hoy hace un calor que podría derretir...las palabras.
Mi cuerpo está gritando que le dé una solución y... se la voy a dar.
¡Me voy a la playa!
Como tengo problemas en la planta de los pies y las playas de mi pueblo son pedregosas...me voy a una playa  de arena donde mis pies no sufran demasiado.
Clavo mi sombrilla ya un poco ajada en la arena, y...tengo suerte hoy no hay demasiadas toallas ocupando arena. Tiendo mi toalla  y casi sin tiempo para respirar...siento como el agua me llama casi con ansiedad y uno que es educado no  puede rechazar una invitación tan  deliciosa, una invitación que va a calmar mi respiración agitada, mi sudoroso cuerpo y mis ganas de emular a peces y seres  que ya me preceden en las aguas del Mediterráneo, este mar deliciosamente agradable. Es de muy mala educación no atender esa clase de  llamada.
Cuando entro en el agua el placer...me llena, por momentos siento como  el sol  desvanece en intensidad sobre mi piel. Me gusta el sol, sin él la vida no tendría sentido. Hay un recuerdo que a veces me gusta que vuelva a mi mente. Durante un tiempo  una voz de mujer me llamaba  “Mi Sol”  y...me encantaba escucharlo de sus labios pero...hoy lo que escucho es esa voz que me llama que  me apremia, que me reclama...
De vez en cuando  con este calor...Hay que renunciar al sol y correr a la llamada del mar.
Abrazo las aguas y tendido boca arriba...siento que el cuerpo, el corazón y la conciencia están en paz con el mundo. Me llena la plenitud,  la paz y  el  placer que me da el mar.
Abro los ojos y...multitud de cuerpos jóvenes pasean por la arena “luciendo bronce” admiro sus cuerpos y siento algo de envidia de tiempos pasados pero...hoy he venido a la llamada del mar no a sentir nostalgias de ningún tipo.