Leyendo en casa.
14 de diciembre, 2.002
Nieva y hace frío. Grandes copos blancos caen del cielo oscuro.
Leyendo en casa,
Las sombras de la tarde oscurecen las páginas.
Cae la nieve y su blanca belleza me llevan a pensar en ti.
Como fuego me quema la urgente necesidad de hablarte.
En una pirueta del destino,
Ahora, finalmente, y tu y yo podemos hablar de corazón a corazón,
Sin miedos, sin prisas, sin ansiedades y sin angustias.
Sé que en el amor, las palabras solo funcionan desde la calma.
Por ello quiero acallar los gritos de mi alma, hundirme en tu mirada y contar despacio los granos de sol de tus pupilas y desde la calma... Decir ¡te quiero!
y recordarte que aprendí el alfabeto del amor en tu mirada. Ya ves... si habláramos me atrevería a soñar el temblor de tu boca deseando un beso mío.
Te diría...
Que mi amor por ti, como el nacimiento y la muerte es imposible que se repita.
Que este amor mío no tiene razón ni lógica, este amor ha caminado por los años sin hundirse, y si mi locura fuera realizable...siempre dormirías en mis ojos.
Te contaría mujer...
Mi rechazo de ese Dios... que permitió que tu recuerdo, siguiese siendo angustia y temblor de amaneceres.
El tiempo como los días... pasaron de largo en mi vida.
Tan solo una pausa: (crece y se llama Daniel) y algunos roces de tu boca, - sarpullidos de felicidad- dejaron marcas en mi piel, el resto... desolación.
Sabes mujer...
Este tonto corazón que no cree en Dios, aún cree en los milagros y de vez en cuando se miente pensando que llegará un día en que todo pase y las cosas dejen de venir mal dadas.
Entonces... mi nombre grabado en el tronco de una enredadera con letras de agua de río...volará a enredarse en tu corazón.
Quien pudiera escuchar tus réplicas mirándose en tus ojos.
Mucho me temo mujer... que mañana habrá otro amanece y otro día en que no estaré invitado ni un momento a ser feliz.